22.10.07

La muerte de Leal

Moría en un rincón y me miraba
con una indefinible imploración.
Mis hijos de pena sollozaban
y a mí se me partía el corazón.

El que se alegraba a mi llegada
mi perro fiel, paciente que dormido
sobre los pies de quien lo maltrataba
alerta despertaba al menor ruido.

El humilde y constante compañero
que detrás de los niños, cabizbajo,
he mirado cuidarlos con esmero
y perderse tras ellos calle abajo

moría en esa tarde malhadada
en que el veneno obró sin dilación,
en un rincón jadeaba y me miraba
con una indefinible imploración.

dolores, enero de 1929

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